ISSN 2709-9164
https://doi.org/10.53940/reys.v3i5.79 Vol. 3(5) 2022
Internacionalización e interculturalidad en la
educación superior: un encuentro humano y digno con la diversidad
Internationalization and
interculturality in higher education: a human and worthy encounter with
diversity
Robinson Restrepo García1
Citar
como: Restrepo, R. (2022). Internacionalización e interculturalidad en la
educación superior: un encuentro humano y digno con la diversidad. Revista
Educación y Sociedad, 3(5), 2-8. https://doi.org/10.53940/reys.v3i5.79
Artículo
recibido: 30-05-2022
Artículo
aprobado: 25-06-2022
Arbitrado por pares
El presente ensayo tiene como objetivo considerar la
pertinencia de las prácticas culturales dentro de la variedad de colectivos
humanos con cosmovisiones y principios comunes. Metodológicamente la
investigación tiene alcance explicativo de corte cualitativo. Como conclusión
se estima que es posible construir nuevos horizontes dialógicos fundamentados
en la diversidad de pensamiento, lenguaje y acción, pero sin olvidar el fin
último y primordial de dignificar, cada vez más, la existencia humana.
Palabras
clave: educación superior, internacionalización, cultura, interculturalidad,
pluralismo, descolonización
The present essay aims to
consider the relevance of cultural practices within the variety of human groups
with common worldviews and principles. Methodologically, the research has an
explanatory scope of a qualitative nature. In conclusion, it is estimated that
it is possible to build new dialogical horizons based on the diversity of
thought, language and action, but without forgetting the ultimate and primary
goal of increasingly dignifying human existence.
Key words: higher education, internationalization, culture, interculturality,
pluralism, decolonization
1
Institución Universitaria Colegio Mayor de Antioquia (Colombia). internacionalizacion@colmayor.edu.co https://orcid.org/0000-0002-1325-6190
Introducción
Es indudable el papel preponderante que cumple la educación superior,
con cada uno de sus procesos, dentro de las discusiones actuales alrededor de
la cultura y los mínimos éticos que prevalecen como valores universales, con el
objetivo de considerar la pertinencia de las prácticas culturales dentro de la
variedad de colectivos humanos con cosmovisiones y principios comunes. Es en
este contexto en el que los profesionales de las diversas disciplinas nos vemos
llamados a reflexionar sobre el cúmulo de saberes heredados y a pensarnos como
artífices de los cambios necesarios e inminentes, en procura de encontrar la
mejor forma de vivir y de convivir con los otros y lo otro.
Es aquí donde la internacionalización como proceso transversal a las
funciones sustantivas camina hacia a la interculturalidad como un paradigma
social emergente que sugiere cambios estructurales para leer, interpretar,
comprender y socializar, de una manera distinta, los desarrollos culturales que
enmarcan el devenir de todo ser humano y de las comunidades a las que se
integra, con el fin de posibilitar la construcción de sociedades moralmente más
viables.
Además, en este artículo se plasman algunas reflexiones que parten de
los diversos conceptos de cultura que orientan las comprensiones
contemporáneas, pero que, a su vez, generan inquietudes y nuevas miradas frente
a las costumbres, tradiciones y estereotipos que configuran el comportamiento
humano, suscitando, asimismo, ciertas consideraciones alrededor del pluralismo
cultural como una opción incluyente y respetuosa de las distintas
manifestaciones culturales, pero concebidas a la luz de la Declaración
Universal de los Derechos Humanos (Organización de las Naciones Unidas [ONU],
1948).
En sí, el sentido superior de este texto es participar en el debate
académico que enriquece el entramado social y sus más nobles anhelos de una
transformación real, partiendo de la premisa que es posible construir nuevos
horizontes dialógicos fundamentados en la diversidad de pensamiento, lenguaje y
acción, pero sin olvidar el fin último y primordial de dignificar, cada vez
más, la existencia humana.
Desarrollo
En la actualidad, la internacionalización de la educación superior se
consolida como un factor fundamental dentro de la sociedad del conocimiento, ya
que los esquemas convencionales de construcción, adquisición, divulgación y
aplicación de los saberes han experimentado un cambio significativo que no solo
impacta directamente las dinámicas educativas, sino también la manera de
relacionarnos con el mundo a escala económica, política y social.
La internacionalización crea mecanismos y diseña estrategias que propician
el trabajo cooperativo entre las instituciones y su oferta disciplinar, el
intercambio cultural para el entendimiento de los pueblos, el enriquecimiento
profesional para la construcción conjunta del saber científico, y el progreso
personal de los individuos abocados a revaluar sus prácticas tradicionales y
disponerse a nuevas formas de conocer, hacer y ser, al tiempo que se comparte
una ciudadanía global.
De este modo, la internacionalización crea un lenguaje común que
incorpora y pone en contacto —entre distintas culturas— palabras como solidaridad,
cooperación, intercambio, movilidad,
cultura, acuerdo, apertura, diálogo, flexibilidad, información, visibilidad,
inclusión, calidad y gestión; todas ellas con profunda incidencia en las
funciones sustantivas de docencia, investigación, extensión o proyección social
y que enmarcan su accionar dentro de los parámetros de este fenómeno
multifacético y omnipresente en los cuatro pilares fundamentales de la
educación superior “aprender a conocer”, “aprender a hacer”, “aprender a vivir
juntos” y “aprender a ser”, dando, asimismo,
cumplimiento al encargo social que requiere la cualificación integral de los
ciudadanos para desempeñarse con idoneidad en entornos globales,
multiculturales e interdependientes.
En este sentido, el exdirector de la División de Educación Superior de
la UNESCO, Komlavi Francisco Seddoh, indica que:
La internacionalización se ha convertido en una condición sine qua
non para cumplir con el papel y la misión que le corresponde a la educación
superior, como parte inherente para alcanzar la calidad y la pertinencia de la
enseñanza, el aprendizaje, la investigación y el servicio a la sociedad. (cómo se
citó en Universidad Nacional de Colombia, 2011, p. 11)
Vale la pena, entonces, ahondar en uno de los fines más nobles que
fundamentan la internacionalización, esto es, la creación de lazos académicos y
humanos que promuevan el diálogo intercultural, abierto, respetuoso, honesto,
equitativo y sincero que trascienda las fronteras de cada nación para crear
alternativas conjuntas de solución a las problemáticas comunes, superando así
los límites y las barreras que genera la desigualdad en el acceso al
conocimiento, la exclusión que niega la diferencia como un valor, la injusticia
social que exilia a muchos del progreso económico y profesional, así como la
discriminación que ejercen las culturas hegemónicas sobre aquellos pueblos y
regiones que se consideran de tercer orden —a quienes eliminan su legado
histórico, apropiándose de sus riquezas materiales e inmateriales—.
Por lo anterior, la internacionalización en la educación superior se acoge
al nuevo paradigma de la interculturalidad como una de sus mejores apuestas
hacia la estructuración de sociedades mucho más pertinentes, en las que se
dignifique la existencia de cada ser humano y se creen nuevas formas de
convivencia pacífica con los otros —y lo otro— al valorar y compartir el
conocimiento heredado y construido en pro de la vida y el bienestar de todos
los habitantes del globo. Una sociedad en la que surjan nuevos encuentros,
fruto del relacionamiento dialógico, que permitan dar un giro a la historia
hacia el horizonte ético del reconocimiento de la diversidad cultural, como
riqueza y patrimonio inmaterial de toda la humanidad.
Las palabras del economista Barkin (2012), profesor distinguido de la
Universidad Autónoma Metropolitana de Ciudad de México, señalan que:
(…) ante los progresivos estragos sociales y ambientales de la sociedad
mercado-céntrica, muchos sectores de las sociedades alrededor del mundo
reconocen la urgente necesidad de virar hacia formas alternativas de
organización social y económica. Desde la academia, también, desde hace mucho
tiempo se está reconociendo que es imprescindible proponer nuevos paradigmas
que trasciendan las disciplinas que han evolucionado para respaldar el sistema
actual, con su énfasis en el individualismo, la transformación de la naturaleza
y las relaciones sociales en mercancías, la subyugación de todo al mercado y la
centralidad de la propiedad privada. En las prácticas ancestrales de las comunidades
campesinas e indígenas, así como en sus formas actuales de organización y
comportamiento, se hallan algunos principios para la construcción de otras
sociedades. Sin embargo, también podemos encontrar estos principios entre los
paradigmas heterodoxos de las ciencias sociales. Analizarlos e incorporarlos a
un conjunto teórico es la labor de los intelectuales comprometidos con las
víctimas del sistema y con la consecución de un mundo mejor. (p. 1)
Atendiendo a la necesidad inminente de gestionar otras formas de enfrentar
los retos que en estos momentos tenemos como sociedad y especie, la
interculturalidad nos pone de manifiesto la posibilidad de aprender de los
otros, de compartir las buenas prácticas de cada cultura en función de la
construcción de nuevas realidades que permitan el debate frente a políticas
globales insanas que optan por el crecimiento económico acelerado en oposición
al desarrollo humano, y la explotación de los recursos naturales en detrimento
de la preservación de la naturaleza, lo que redunda en el deterioro de la
existencia misma y las tradiciones arraigadas en las culturas que, además,
empobrecen al individuo y van en contravía de los derechos humanos. Estos son
algunos temas, entre muchos otros de carácter coyuntural, que son imperativos
sociales para discutirse, no solo en la academia, sino en cualquier espacio en
el que se pretenda escuchar los argumentos divergentes que enriquecen a
posteriori los acuerdos sociales y culturales que nos humanizan frente a lo
fundamental.
En este orden, Michael y Thompson (1995) consideran la interculturalidad
como:
Una filosofía que se esfuerza por crear una diversidad cultural, tratando
de comprender las diferencias culturales, ayudando a la gente a apreciar y
gozar las contribuciones hechas por distintas culturas en sus vidas, así como
asegurar la completa participación de cualquier ciudadano para derribar las
barreras culturales. (p. 8)
Por consiguiente, la interculturalidad vivida y sentida como un fin, que se
vincula y ejerce una acción transversal en los procesos de internacionalización
en los recintos universitarios, se convierte en la puerta de entrada a la
reflexión, el análisis y la evaluación de las prácticas cotidianas, así como de
las costumbres y tradiciones que se han nombrado como “buenas, sagradas y
adecuadas”, pero que al pasar por el cedazo de los derechos humanos dejan ver
que se vulneran la libertad, la autonomía y el poder de decisión que tiene un
individuo sobre su vida, su cuerpo, su accionar y su voluntad.
Es importante reconocer el valor histórico que tienen las diferentes
costumbres y tradiciones de los pueblos, pues es la forma de comunicar a las generaciones venideras la validez de un pasado construido
con una serie de acontecimientos que le
han dado a un grupo humano la certidumbre de que las cosas que se han hecho
están bien y, por tanto, pueden ser replicadas; sin embargo, el ser humano
trasciende y su pensamiento se eleva en la búsqueda de otras y mejores maneras
de ser y estar, dignificando su existencia e impactando positivamente su
cotidianidad.
Surge, entonces, la necesidad de llegar a nuevos consensos sobre lo que
se considera “bueno” culturalmente, lo que implicaría resignificar y enriquecer
algunos conceptos que hacen parte del entramado cultural y social en el que nos
hemos constituido; este nuevo estadio propiciaría la reflexión introspectiva
sobre nuestro accionar y nuestra manera de comprender el mundo con una mirada
renovada y acorde a las realidades imperantes. De este modo, para hablar de
diálogo intercultural, es menester recurrir a ciertos conceptos que definen y
enriquecen la palabra cultura, con el fin de identificar el marco de referencia
con el que se construye este encuentro con la diversidad:
En el Diccionario Etimológico Castellano en Línea (DECEL), se puede leer
que la palabra cultura viene del latín Cultus, cultivado, trabajado, adornado,
cuidado, enseñado, elegante. Asimismo, la Real Academia Española (2014), en su
diccionario, nos presenta el concepto de cultura como el “conjunto de
conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico. Conjunto de
modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico,
científico, industrial, en una época, grupo social, etc.” (2014, definición
2-3).
Ahora bien, en el texto La Cultura Primitiva sugiere que,
La cultura o civilidad, entendida en su más amplio sentido etnográfico,
es aquel conjunto que comprende el conocimiento, las creencias, el arte, la
moral, el derecho, las costumbres y todas las capacidades y hábitos adquiridos
por parte del hombre como miembro de una sociedad. (Tylor et al., 1981, p. 19)
Estos conceptos nos señalan el papel preponderante de la cultura para el
género humano, pues a partir de ella se consolidan las distintas comunidades,
se constituye la moral de los pueblos y se da cuenta de la evolución histórica
de la sociedad al preservar y transmitir las tradiciones y costumbres de
generación en generación. En esa medida, cabe, entonces, la pregunta: ¿Todos
aquellos acuerdos culturales que prevalecen instaurados en la sociedad a través
de las costumbres y las tradiciones, son dignos de ser promovidos y aportan, de
igual modo, a la construcción de un mejor ser humano, con consciencia de sí
mismo, de la importancia del otro y del relacionamiento en equilibrio con el
entorno?
Si pensamos en los enunciados de muchos autores que se refieren a la
cultura como una forma de cultivarnos para humanizarnos, entonces nos asaltan
algunas otras inquietudes sobre todos aquellos comportamientos humanos que no
responden a un pensamiento y accionar elevado —que ennoblezca la vida— y la
coexistencia armónica con la naturaleza y con nuestros congéneres:
¿Somos, como seres humanos en
evolución, realmente conscientes de la trascendencia de todo aquello que hemos
nombrado como “patrimonio cultural” y el impacto que tiene en la vida del
colectivo llamado humanidad y de los demás seres que cohabitan en el planeta?
En palabras de Arnold (1873), Profesor de poesía en la Universidad de
Oxford, en su libro Literature and Dogma, la cultura es “la combinación de los
sueños y los deseos humanos con el esfuerzo de quienes quieren y pueden
satisfacerlos, es la pasión por la belleza y la inteligencia, y (más aún) la
pasión por hacerlas prevalecer" (párr. 13).
¿Dan cuenta nuestras costumbres y consensos culturales de un concepto de
belleza sublime que nos convoque a valorar lo auténtico y natural como muestra
de un orden perfecto que carece de imposturas y compromete al hombre con su
cultivo, cuidado, trabajo, prevalencia y protección?
Bien vale la pena, entonces, empezar a potenciar los debates y
consolidar nuevos discursos que nos permitan aproximarnos a la re-significación
de algunos conceptos, para enriquecer su contenido con argumentaciones,
posturas y diversas visiones del mundo que tracen un nuevo horizonte y permitan
acuerdos renovados, ajustados al hombre de hoy, a la sociedad actual, a la
ética y a la moral vigentes; con un lenguaje humanizado, en concordancia con los Derechos Humanos; asimismo, que
nos convoque a la constitución de sociedades biocéntricas,
en las que se legisle a favor de la vida y sus manifestaciones, con costumbres
y tradiciones que hablen de nuestra diversidad para asombrarnos y acercarnos
con pleno respeto y honor a la existencia.
En correspondencia, en el ámbito universitario, los académicos se están
dando a la tarea de aportar sus reflexiones a las discusiones vigentes acerca
de estas temáticas, pues las transformaciones sociales y culturales también se
gestan desde el conocimiento disciplinar y se consideran desde una propuesta
intelectual. Es así como algunas de estas disertaciones académicas han
permitido pensar la cultura como un conjunto de conceptos, prácticas,
tradiciones, costumbres y valores basados en la conciencia, la reflexión y el
análisis que promueven la vida en todas sus manifestaciones, honran la
existencia y son dignos de ser replicados y promovidos por la sociedad o
cualquier grupo humano.
Asumir esta postura frente a la cultura implica, entonces, reconocer los
estereotipos culturales que se instalan en las sociedades como paradigmas a
seguir, sin pasar por el filtro de la consciencia y la argumentación válida,
con el fin de adoptar solo aquellos que se alejen de los prejuicios negativos,
la discriminación y el consumismo desbordado, exaltando, a la vez, los que
realmente aportan a esa construcción permanente de humanidad, como lo sugiere
el profesor Savater (2019), cuando enuncia que “nacemos humanos pero eso no
basta, tenemos también que llegar a serlo” (p. 11).
Conclusiones
Así, como lo menciona la ONU (1948), las prácticas sociales que se
manifiestan en oposición a la existencia y atentan contra la dignidad humana,
no podrían ser consideradas como parte del cultivo social y, por ende,
correspondería a las distintas comunidades hacer uso de su raciocinio y buen
juicio para reconocer aquellas acciones que enriquecen la cotidianidad y
convivencia del ser humano, atendiendo a los mínimos éticos establecidos en la
Declaración Universal de Derechos Humanos.
Por consiguiente, la condición de humanidad, que caracteriza a nuestra
especie rebasa por mucho un mero atributo biológico; se propone como un
constructo del intelecto y del espíritu que se expresa en la interacción
armónica con el otro y lo otro, superando estereotipos y prejuicios
socioculturales que van en detrimento de la existencia plena.
Lo anterior, nos convoca a despojarnos de actitudes de índole
etnocentrista y relativista que parcializan la manera en que leemos e
interpretamos el mundo, pues mientras las primeras desconocen lo diverso como
posibilidad de encuentro, las segundas manejan criterios de validez demasiado amplios
y flexibles para el reconocimiento de cualquier práctica social, así esta
vulnere la dignidad humana.
Emerge así el pluralismo cultural como una postura alternativa que
establece criterios de valoración que reconocen la importancia de la diversidad
cultural, siempre y cuando esta no riña con los derechos fundamentales de los
sujetos y posibilite una existencia digna. Estos criterios podrán ser
aplicables a cada ser humano en cualquier cultura, lo que conducirá a la
consolidación de valores encaminados a la búsqueda de la verdad, el bien y la
belleza, como categorías clave para la comprensión de lo universal, desde lo
local, procurando un mejor entendimiento y una interpretación más humana y
benévola de nuestra realidad, reconociendo, asimismo, el valor de otras formas
de pensar y pensarnos en el único mundo que compartimos.
Puede ser significativo concebir el pluralismo como una estrategia
incluyente que permite no solo el reconocimiento de las prácticas culturales
desde una perspectiva más humanizada, sino, también, desde la posibilidad de
valorar, con equidad, el conocimiento heredado y construido de todas las
culturas en beneficio del “buen vivir” del ser humano, en interacción saludable
con el medio ambiente y los demás seres de la naturaleza, desapareciendo de la
esfera global el imaginario y la creencia equivocada y arraigada por
repetición, más que por consciencia, de que hay culturas más importantes que
otras, dignas de imitar y ejemplarizar como lo deseable socialmente.
Nada más nocivo para las sociedades del mundo que mantener esas tristes
lógicas heredadas de aquellas culturas hegemónicas que solo terminan anulando
el conocimiento de otros pueblos, haciendo prevalecer su historia y el saber
construido como lo único válido, desconociendo el valor de lo diverso, también
existente; por tanto, acogernos al paradigma de la interculturalidad, como
propuesta contra-hegemónica, conjuntamente con las tesis que aborda el
pluralismo cultural, pone la tarea de generar discusiones y disertaciones
académicas que propicien la descolonización progresiva del pensamiento y la
cultura, sobre todo en los países del sur global, en los que el conocimiento
aportado a la humanidad y sus realidades
históricas siguen, aún, sin ser narrados
y reconocidos como parte del gran legado cultural para el mundo.
Como consecuencia, la academia adquiere la responsabilidad de construir
el tejido dialógico que permita enlazar los diferentes discursos, debates,
argumentos, miradas, lenguajes y narrativas que faciliten reconstruir y
resignificar la historia y el valor de nuestras culturas, emancipando el
pensamiento disciplinar, anclado, por siglos, en los mismos lugares de poder,
abuso, dominación y exclusión, impulsando así la liberación de nuestros
pueblos, como una manera de revindicar sus orígenes, sus saberes, sus trayectos
y los senderos recorridos por aquellos seres humanos que nos legaron sus
relatos y sus luchas, logrando, de este modo, un puesto de dignidad en la
memoria universal.
“La interculturalidad en la universidad juega un papel muy importante
en la descolonización epistemológica”.
Enrique Dussel, Argentina.
Referencias
Arnold, M. (1873). Literature
and dogma. Fredonia Books.
Barkin, D. (2012).
Hacia un nuevo paradigma social. Polis. Revista Latinoamericana, 33.
URL: http://journals.openedition.org/polis/8420
Michael, S. O., y
Thompson, M. D. (1995). Multiculturalism in Higher
Education: Transcending the Familiar Zone. Journal for Higher Education Management, 11(1), 31-48.
Naciones
Unidas. Asamblea General. (1948). Declaración
Universal de los Derechos Humanos (217 [III] A). Paris.
Real Academia
Española. (2014). Cultura. En Diccionario de la lengua española. https://dle.rae.es/cultura
Savater, F. (2019).
El valor de educar (2ª Ed.). Ariel S.A.
Tylor, E. B.,
Suárez, M., y Radin, P. (1981). Cultura primitiva: los orígenes de la
cultura. Ayuso.
Universidad Nacional
de Colombia. Vicerrectoría Académica (2011). Bitácora de
Internacionalización Curricular de la Universidad Nacional de Colombia. http://www.viceacademica.unal.edu.co/wp-content/uploads/2016/11/Bitacora_de_Internacionalizacion_Curricular-Junio_2011.pdf