ISSN 2709-9164
https://doi.org/10.53940/reys.v2i3.65 Vol. 2(3) 2021
Vida y muerte de las Escuelas Normales
en el Perú (1820-1920)
Life and death of the Pedagogic Schools in Perú (1820-1920)
Arturo Orbegoso Galarza1
Citar
como: Orbegoso, A. (2021). Vida y muerte
de las Escuelas Normales en el Perú (1820-1920). Revista Educación y
Sociedad, 02(03), 29-34. doi: 10.53940/reys.v2i3.65
Artículo
recibido: 01-06-2021
Artículo
aprobado: 15-07-2021
Arbitrado por pares
Este escrito es sobre las primeras escuelas normales
en el Perú, entre 1820 y 1920. Se presenta el contexto de su aparición y
desaparición en tres etapas de la historia peruana: después de la
independencia, durante la era del guano y en la República Aristocrática.
Finalmente, se presenta algunas constantes a modo de conclusión.
Palabras clave: escuelas, pedagógico, maestros
This
article is about the first pedagogic schools in Peru, between 1820 and 1920.
The context of its appearance and disappearance in three stages of the Peruvian
history is presented: after independence, during the guano epoch and in the
Aristocratic Republic. Finally, some constants are shown as a conclusion.
Key
words: schools, pedagogic, teachers
1 Universidad César Vallejo (Perú). aorbegosog@yahoo.es https://orcid.org/0000-0003-1805-8916
Introducción
Algunos recuentos de la historia de la educación en el Perú evidencian
una concepción que entiende los acontecimientos en el curso de la misma como
realizaciones personales, iluminaciones de personajes, principalmente
políticos, que un buen día decidieron cambiar de rumbo e introducir reformas.
Desde esta perspectiva, los progresos o retrocesos educativos serían fruto de
decisiones verticales y personalistas.
En realidad, la historia es un tupido tejido de voluntades. Un hecho
histórico es un drama en el que participan diversos actores. Hasta la
realización más original es el resultado de una combinación de participaciones
cuyos responsables no son siempre conscientes de su contribución. Un suceso,
sea cual fuere su trascendencia, es consecuencia de las acciones de varios
involucrados y en diferentes sentidos, a favor o en contra del mismo.
Las reformas educativas serían entonces efecto de un conjunto de
voluntades no necesariamente armonizadas. Si se piensa en el pasado de la
sociedad peruana, sus diferentes proyectos educativos nacieron de un
intercambio entre actores interesados, con aportes propicios o perjudiciales.
La pugna entre sectores sociales generalmente derivó en que las realizaciones educativas
nacieran dotadas de un carácter híbrido. Fue esta ambigüedad la que hizo que
varias reformas nacieran predestinadas al fracaso. Portaban en su seno una
serie de limitaciones, de carencias esenciales.
Este escrito presenta un sucinto inventario de las circunstancias que
rodearon el nacimiento de escuelas normales, aquellas instituciones dirigidas a
la formación de maestros y que conocieron una vigencia intermitente en la
sociedad peruana. Se presenta su aparición en tres momentos: el inmediato a la independencia;
durante la era del guano y el que coincide con la República Aristocrática, a
inicios del siglo XX. Cada período estuvo signado por un proyecto educativo
gubernamental, más o menos definido y fructífero según el caso, y que trajo
consigo la fundación de una cantera de maestros de escuela.
Emancipación
y primera escuela normal
La joven república peruana, como otras latinoamericanas, inicia su vida
independiente con serias carencias económicas e institucionales. No obstante,
los políticos de entonces coinciden en que la educación del pueblo se hace
indispensable para legitimar el nuevo régimen y sus leyes (Morán y Aguirre,
2011). Pero esta convicción republicana choca con una realidad de contrastes y
sus poderes fácticos: la extensión de las haciendas, la esclavitud de los
afrodescendientes y la marginación de los indios (Klarén,
2012). Chocano y Mannarelli (2013) agregan la
exclusión de las mujeres de toda responsabilidad en la vida pública.
La creación de la Escuela Normal Central de Lima (1822) y la
obligatoriedad de asistir a ella para todo maestro sin formación generó
resistencias. Además, a través de esta institución las autoridades buscaron
imponer el llamado método lancasteriano o de enseñanza mutua que por entonces
otras naciones americanas importaron de Europa.
Un grupo de maestros se opuso a estas medidas afirmando que el método
tradicional era más fácil y efectivo que el sistema lancasteriano, tanto que
“aún las maestras” podían utilizarlo bien. De acuerdo con ellos, dada la
superioridad de los métodos tradicionales, los padres no aceptaban el nuevo
método. Agregaban que muchos estudiantes de la Normal habían abandonado dicho
establecimiento para no tener que aprender el nuevo sistema. Además, para los
maestros era inconveniente asistir a la Normal, ya que tenían que encontrar un
sustituto que los reemplazara. También se quejaron de que la aplicación íntegra
del método lancasteriano requería útiles demasiado caros (Espinoza, 2011, p.92).
Como se aprecia, esta primera escuela normal no tuvo la trascendencia
esperada. De hecho, fue suprimida a los pocos años de fundada (Robles, 2004).
Sus maestros se debatieron entre las exigencias de un gobierno central, formal
pero limitado, y aquellas del poder real, las autoridades locales. A su pago irregular
y magro se sumó la carencia de infraestructura educativa. Ni los municipios ni
la Iglesia, que debía proveer locales, dieron un apoyo real y constante
(Espinoza, 2011; Robles, 2004). Y todo esto en un contexto de reiterado
enfrentamiento entre caudillos militares y sus respectivas huestes que se
disputaban el poder asolando el país, situación que se prolongó hasta mediados
del siglo XIX.
Las normales de la era del guano
Luego de una etapa de guerras civiles recurrentes, la década de 1850 fue
de relativa estabilidad política, de bonanza fiscal y de dispendio para la
élite debido a los ingentes recursos generados por la exportación del guano.
Las administraciones de entonces se orientaron a construir un aparato de
gobierno unitario y centralizado con miras a lograr los ansiados orden y
progreso social. Como efecto de ello crecieron la burocracia estatal, las
fuerzas armadas y los maestros.
Por esta época el gobierno central decide monopolizar la gestión de la
educación pública que permanecía repartida y anárquica desde la independencia.
Se promulga un primer reglamento de instrucción que la divide en tres niveles
(escuelas, colegios y universidades) y se crea una nueva Escuela Normal
Central, inaugurada en 1859. Esta institución mostró permanentes y severos
problemas de gestión, continuos cambios de director y muy pocos egresados; todo
esto determinó su cierre en 1869. Acto seguido se intentó, sin éxito, que
algunos colegios cubrieran dicha labor de formación (Robles, 2004).
A inicios de la década de 1870 asume el poder una generación de
políticos liberales que busca aprovechar mejor los recursos fiscales haciendo
más eficiente el estado y modernizando la sociedad. Reunidos en el Partido
Civil, marcan distancia de los sucesivos gobiernos militares. Dos realizaciones
concentran la atención de este gobierno: los ferrocarriles y la educación (Klarén, 2012).
Un nuevo reglamento de instrucción seguirá a la fundación, otra vez, de
la Escuela Normal de Varones de Lima (1874) (Robles, 2004). Pero algunos hechos
contribuyeron a que se desatendiera la educación pública: el agotamiento de los
ingresos procedentes del guano y el estallido de la crisis económica
internacional de 1873 (Klarén, 2012) perjudicaron la
gestión descentralizada y municipal de las escuelas y la formación de
maestros.
Ante la ausencia de una escuela normal y agobiados por un pago exiguo,
los maestros se agrupan en las primeras asociaciones de educadores peruanos del
siglo XIX. Junto con dirigir a las autoridades sus reclamos de mejora económica
y de formación, organizan conferencias con las que buscan paliar su falta de
capacitación, actividades que transcurren incluso durante la Guerra del
Pacífico (1879-1883) (Espinoza, 2016).
La normal civilista en la República Aristocrática
Los gobiernos de entre fines del siglo XIX y principios del XX ceden a
la presión del capitalismo internacional y pactan la explotación de recursos
locales (minas, petróleo, agricultura, ferrocarriles) por empresas extranjeras,
principalmente norteamericanas. Se generan algunos focos de modernidad
combinados con economía tradicional. La capital Lima se urbaniza, se
multiplican sus fábricas y crecen las necesidades de la población, sobre todo
la de sectores populares (Cotler, 2016). Esta
expansión, que se mantendrá constante hasta la Gran Depresión, significó más
ingresos fiscales y otra ola de reformas, la educativa entre ellas.
La Escuela Normal de Varones de Lima (Ver Figura 1), fundada en 1905,
fue fruto de la tensión entablada entre un sector liberal y otro conservador
del viejo Partido Civil. Los voceros de estas tendencias fueron los
intelectuales Manuel V. Villarán (1873-1958) y Alejandro Deustua
(1849-1945), respectivamente. Esta institución de formación docente fue un
componente de la reforma emprendida por el ala más joven del civilismo a
principios del siglo pasado. Este plan reimplantó la gestión centralizada de la
educación, lo que despertó reacciones en las provincias (Castro, 2013). Los
reformistas se apoyaban en el positivismo y en una mentalidad industrialista.
Este proyecto educativo buscaba modernizar la sociedad, la recuperación de los
indígenas y su inclusión en la vida nacional. Al igual que en otras partes de
América Latina, la educación elemental extendida se concibió como un medio
liberador del sector rural y nativo.
Para asesorar la reforma el gobierno contrató una misión de educadores
belgas primero y otra de estadounidenses después. Estos especialistas
difundieron las ideas de la llamada Escuela Nueva, corriente pedagógica popular
por entonces y encabezada por Dewey, Montessori y Decroly (Orbegoso, 2018).
La Normal pecó de exceso de formalismo e idealismo, como lo confesó uno
de sus egresados, el cusqueño Humberto Luna (1887-1926):
Tanto en la Escuela Normal de Varones como en las de mujeres, se prepara
al maestro para un medio distinto en el que va a actuar: conoce perfectamente
la Metodología, aplica los principios de la enseñanza intuitiva, se le hace
practicar con alumnos de poblaciones cultas y que poseen perfectamente el
idioma español, a diario ve clases bien organizadas y con las condiciones
higiénicas que exige la enseñanza moderna. Sale diplomado de la Escuela Normal,
se le manda, por ahora, a una capital de provincia y se le pone al frente de
una escuela que no posee sino una mala habitación con piso de tierra, exhausta
de material de enseñanza, y con alumnos que mascullan difícilmente el español.
¡Ese normalista será un fracaso! (Luna, citado por Giesecke,
2016, p.33).
El enfrentamiento ideológico alrededor de esta institución se tradujo en
hechos que perjudicaron su desempeño: imposición de docentes no cualificados,
boicot a alguno de sus directores y recortes presupuestales (Orbegoso, 2016).
Adicionalmente y como era de esperar, la Normal no pudo escapar a los
prejuicios que sus integrantes, supuestamente gentes cultas y progresistas,
sentían hacia los indios (Ccahuana, 2013). Por
ejemplo, el norteamericano Joseph Mac Knight
(1872-1945), segundo director de la Normal de Varones, llegó a sostener que
“Las razas superiores han pasado hace tiempo a través de ciertos períodos de su
desarrollo, mientras que las otras razas están atravesando recién esas etapas o
en el mejor de los casos, las han atravesado recientemente” (Mac Knight, 1915, p.288). El ya citado Luna sostuvo, por su
parte:
Las facultades mentales del niño indígena tienen un desarrollo más
tardío, a consecuencia de la falta de educación en el hogar y en el medio
social en que vive. La memoria, el raciocinio, la imaginación, etc. Están muy
poco ejercitadas constituyendo un poderoso obstáculo para la iniciación de las
labores intelectuales en la escuela (Luna, 1922, p.228).
En realidad, desde un principio el proyecto educativo civilista planteó
límites a la ulterior tarea de los maestros formados en Lima. Se decidió, en
concreto, que los normalistas estaban destinados a escuelas urbanas del
interior, principalmente capitales de provincia. Para los pueblos rurales se
determinó que sus docentes no requerían gran preparación debido a que los niños
andinos no merecían el esfuerzo debido a considerárseles incapaces. De hecho,
solo recibirían dos años de educación básica (Ccahuana,
2013; Contreras y Oliart, 2014).
Cierta aprensión contra los normalistas desde la élite procedió de
parlamentarios, hacendados y caciques de provincia. Y efectivamente, parte de
estos docentes contribuyeron con su trabajo y el prestigio que ganaron en sus
lugares de destino a estimular los reclamos de poblaciones sojuzgadas. Algunos
de ellos integrarán luego grupos pro-indígenas y
socialistas (Orbegoso, 2016).
En síntesis, aunque la Normal de Varones perseguía loables objetivos
liberales y civilizadores, el civilismo le impuso un ámbito de acción
restringido y sus miembros, con algunas excepciones, no fueron ajenos a la
mentalidad elitista, paternalista y racista de la época (Orbegoso, 2016; 2018).
De las examinadas, esta escuela para educadores varones es la de mayor
continuidad en la historia peruana. Siguió formando maestros hasta su
conversión en Instituto Pedagógico Nacional en 1929 (Robles, 2004).
Conclusión
Dos constantes saltan a la vista en esta reseña. Por un lado, la labor
de los maestros egresados de las distintas escuelas normales surgidas a lo
largo de un siglo (1820-1920) se vio afectada por la centralización o
descentralización de la educación pública. El gobierno nacional y los
municipios se endilgaron mutua y repetidamente la responsabilidad de apoyar la
educación pública y de las continuas carencias que la misma evidenciaba.
De otro lado, superadas las luchas militaristas post-independencia,
la formalización y extensión de la instrucción pública, incluyendo la creación
de escuelas normales, se verán favorecidas gracias a ciclos de prosperidad
fiscal y de modernización del estado. Esto fue claramente visible bajo la era
del guano (1850-1860) y durante dos de los gobiernos del Partido Civil
(1872-1876 y 1904-1908). Únicamente la Normal de Varones creada en 1905 tuvo
cierta continuidad.
Como saldo positivo de la azarosa historia de la formación de maestros
en el Perú, una institución sobrevive actualmente, la Escuela Normal de
Mujeres, creada en 1876 y regentada por religiosas (Robles, 2004).
Figura 1. Escuela Normal
de Varones de Lima (1912)
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