ISSN 2709-9164
https://doi.org/10.53940/reys.v5i10.228
Inicio e interrupción de la psicología social en el
Perú (1960-1970)
Beginning and interruption of
social psychology in Peru (1960-1970)
Arturo Orbegoso-Galarza¹
Citar
como: Orbegoso-Galarza, A. (2024).
Inicio e interrupción de la psicología
social en el Perú (1960-1970). Revista Educación y Sociedad, 5(10), 24-32. https://doi.org/10.53940/reys.v5i10.228
Artículo
recibido: 7-10-2024
Artículo
aprobado: 5-12-2024
Arbitrado
por pares
Este escrito reseña algunos estudios sobre campesinos
peruanos hechos durante la agitada década de 1960. En tales trabajos
interdisciplinarios concurrieron antropólogos, sociólogos y psicólogos. Se
exploró actitudes, características de personalidad y síntomas de estrés. Estas
investigaciones fueron promovidas por la Universidad de Cornell (EEUU) y
financiadas por fundaciones estadounidenses cuyo objetivo, apoyado por su
gobierno, apuntaba a frenar la influencia de la ideología de izquierda entre la
población rural sudamericana. También se discute la nula trascendencia de estas
exploraciones, metodológicamente inobjetables, para la psicología académica de
la época.
Palabras
clave: actitudes, personalidad, estrés, campesinos
This
paper reviews some studies on Peruvian peasants carried out during the
turbulent decade of the 1960s. These interdisciplinary works involved
anthropologists, sociologists and psychologists. Attitudes, personality
characteristics and symptoms of stress were explored. These investigations were
promoted by Cornell University (USA) and financed by American foundations whose
objective, supported by their government, was to curb the influence of
left-wing ideology among the rural population of South America. The little
significance of these explorations for Peruvian psychology is also discussed.
Key words: attitudes, personality, stress, peasants
1 Docente Universitario, Universidad Nacional Mayor de San Marcos y Universidad
Privada del Norte. aorbegosog@yahoo.es https://orcid.org/0000-0003-1805-8916
Introducción
Se acepta habitualmente que la
psicología social tardó en aparecer e iniciar investigaciones en el Perú. Este
rezago contrasta con el desarrollo de las especialidades clínica y educativa
(Alarcón et al., 1976; Lazo y Zanolo, 1996). También difiere del progreso de
otras ciencias sociales cuyos antecedentes se remontan a la primera mitad del
siglo XX (Henriquez y Cánepa, 2023). Un balance de la psicología social peruana
contenido en Alarcón (2017) señala su despegue recién en los años 70 con
estudios sobre actitudes políticas.
La agitación y la polarización en
dicho período fueron producto de una serie de cambios que la sociedad peruana
fue acumulando por décadas (industrialización, migración a las ciudades,
urbanización, alfabetización y emergencia de sectores medios). A esto se sumó
una dictadura militar de corte nasserista cuyas reformas lograron un amplio
respaldo. Lejos de reprimir las manifestaciones masivas, en su primera etapa
(1968-1975) este gobierno de facto impulsó la movilización social y política,
aunque no partidaria, con miras a asegurarse e institucionalizar el apoyo
popular. Asimismo, desde antes del retorno a la democracia (1980) se reavivó el
debate político.
Pese a lo anterior, este escrito
presenta evidencia de algunos estudios en psicología social hechos en el Perú
durante la peculiar coyuntura de los años 60, que fueron obra de investigadores
extranjeros y con muestras de pobladores rurales. Según diversas fuentes, el
espíritu que animó estas investigaciones fue el de la Guerra Fría. En otras
palabras, el trabajo de campo de los científicos sociales de la época apuntó a
morigerar el ascendiente del comunismo en el Cono Sur (Bolton et al., 2010;
Golte, 2014; Henriquez y Cánepa, 2023).
Antes de iniciar esta exposición
cabe hacer una salvedad. Antes de la época analizada se publicaron
investigaciones sobre actitudes, algunas de ellas abarcaron la personalidad de
pobladores mestizos desde el enfoque de la psiquiatría social (Caravedo et al.,
1963; Pinilla, 1956; Seguín, 1962). Los estudios que aquí se analizan fueron
promovidos y ejecutados exclusivamente por antropólogos, sociólogos y
psicólogos.
El Proyecto Perú-Cornell
Durante los años 40 se
institucionaliza en el Perú el estudio de la cuestión indígena. Sus impulsos
centrales fueron la gestión como ministro de educación del historiador y
antropólogo Luis Valcárcel (1891-1987) y la creación del Instituto de Etnología
y Arqueología dentro de la Facultad de Letras de la Universidad de San Marcos,
el mismo que se convertiría luego en Escuela de Antropología. El contacto e
intercambio entre docentes locales y sobre todo norteamericanos dio pie a
iniciativas de investigación conjunta (Bolton et al., 2010; Henriquez y Cánepa,
2023). En efecto, en 1952 se firmó un acuerdo entre el Instituto de Etnología
de San Marcos y la Escuela de Relaciones Industriales y del Trabajo de la
Universidad de Cornell (EEUU) para realizar un estudio coordinado de varios
años sobre la comunidad de Vicos, región Ancash, a 433 km. al norte de Lima
(Sandoval, 2024; Stein, 2000). El Proyecto Perú-Cornell (PPC):
se propuso implementar la “intervención participante en el campo” en la
idea de conseguir estudios del tipo experimental, que pudiesen medir, de manera
cualitativa, la aceptación y rechazo de los campesinos a ciertas innovaciones
tecnológicas y políticas, como se venía realizando en otras zonas rurales del
mundo. (Sandoval, 2024, p. 115)
Este convenio buscó explorar la recepción de los comuneros de una serie
de transformaciones que venían sucediéndose: continuo desplazamiento de
campesinos a las ciudades o a otras zonas rurales, inicios de reforma agraria,
autonomía económica de las comunidades, multiplicación de las escuelas e
introducción de tecnología en provecho de la producción agrícola (Sandoval,
2024).
La experiencia de Vicos, se decía, estaba dirigida a transformar las
condiciones de vida imperantes propiciando así el tránsito de sus habitantes de
la feudalidad a la economía moderna, esto es, lograr una cooperativa de
productores (Whyte y Williams, 1968). El objetivo de fondo, sin embargo,
consistió en conducir a los campesinos hacia una dirección pacífica y
aceptable, diferente tanto de la radical reforma agraria boliviana de entonces,
como del colectivismo que impuso la Revolución China. En otros términos, para
el gobierno y la élite estadounidenses era imperativo detener el auge del
comunismo en regiones mayoritariamente agrarias (Bolton et al., 2010).
Para lograr su objetivo, la Universidad de Cornell y fundaciones
estadounidenses conservadoras costearon por varios años el alquiler que el
gobierno peruano exigía a los campesinos por el uso de las tierras que
ocupaban. Posteriormente, en 1962, los comuneros vicosinos, con recursos
generados durante la vigencia del Proyecto, adquirieron las tierras que durante
años habían arrendado, pasando de la condición de cuasi siervos a la de
propietarios (Sandoval, 2024).
Los académicos responsables de la investigación, peruanos y
estadounidenses, eran en su mayoría antropólogos y sociólogos. De ahí que sus
estrategias de recolección de información fueran la investigación participante,
la entrevista y la encuesta. Testimonios de la época afirman que también se
valieron de intérpretes y de cuestionarios traducidos al quechua (Golte, 2014).
La dominación y sus mecanismos
En 1960, como lo recogen
historiadores e indicadores de la época, la sociedad peruana era una de las más
desiguales del continente. Su carácter oligárquico lo evidenciaba una
generalizada e injusta distribución de la riqueza que se acentuaba en el campo.
En concreto, una minoría concentraba la mayor parte de las tierras cultivables.
La forma imperante de gran propiedad o latifundio por entonces era la hacienda,
cuyos orígenes se remontaban al siglo XIX (Klarén, 2004). Por ello, la
población campesina, principalmente de origen quechua y aimara, no mejoró sus
condiciones de vida durante la república.
Esta masa de pobres rurales, falsamente pintada por las estadísticas
como unificada y cohesiva, estaba, por el contrario, sumamente fragmentada; se
encontraba dispersa por el campo, viviendo en haciendas, aldeas y comunidades,
o independientemente como agricultores de subsistencia. (…) Lo que les mantuvo
fragmentados y atomizados a lo largo del tiempo fue un proceso de dominación
social basado en una serie de relaciones jerárquicas verticales con los
hacendados locales (los gamonales), quienes ejercían su influencia, poder y
autoridad fundamentalmente a través de mecanismos tradicionales como el
paternalismo y el clientelismo. (Klarén, 2004, p. 394)
A dicha dispersión o atomización
de los sectores populares, que complotaba a favor de su subordinación, la
sociología peruana la denominó “el triángulo sin base” (Matos et al., 1969).
Esto es, una pirámide social en donde los privilegiados se valían de diversos
mecanismos para imponer su supremacía y mantener a la mayoría fragmentada.
Otra idea que las ciencias
sociales peruanas adoptaron por entonces fue la llamada “teoría del bien
limitado” del antropólogo estadounidense George Foster (1913-2006). De acuerdo
a esta teoría, los integrantes de sociedades altamente estratificadas y marcadamente
desiguales asumen que los medios y las oportunidades son escasos; en
consecuencia, se difunden el individualismo, el arribismo y el egoísmo
(Delgado, 1971; Foster, 1965).
Estas nociones procedentes de la
sociología y la antropología sirvieron de fundamento para los primeros estudios
psicosociales en muestras de población rural. A ellas se sumaron la teoría de
la personalidad autoritaria, entre otras, como se verá a continuación.
Cambios en la sociedad rural
En 1964, dos años antes de
concluir los estudios en Vicos, surgió otro proyecto entre investigadores
norteamericanos y peruanos. Esta vez la representación local recayó en el
recién fundado Instituto de Estudios Peruanos (IEP), entre cuyos integrantes había
docentes sanmarquinos de antropología. Y la contraparte siguió siendo la
Escuela de Relaciones Industriales y del Trabajo de la Universidad de Cornell
(Matos y Whyte, 1966).
En este segundo acuerdo tendrán
un rol sobresaliente dos docentes estadounidenses que ya colaboraban en el
proyecto Vicos: William F. Whyte (1914-2000) y Lawrence K. Williams
(1930-2005). El primero, fue un sociólogo muy conocido por su libro La sociedad
de las esquinas (Whyte, 1971), con numerosas ediciones y traducciones, que se
convirtió en un modelo de etnografía urbana. El psicólogo Williams, fue
profesor de comportamiento y cambio organizacional hasta su retiro. En aquel
momento de los años 60, sirvió de valioso enlace con fundaciones
norteamericanas (Golte, 2014). Ambos, Whyte y Williams, durante su larga
carrera, aportaron una serie de investigaciones sobre actitudes hacia el
trabajo, comprendiendo en algunas de ellas a muestras peruanas (Golte, 2014;
León, 1976; Matos y Whyte, 1966).
El nuevo plan abarcó otras
regiones.
El estudio se basa en la consideración de cuatro áreas diferenciadas
social y culturalmente [Lima, La Libertad, Junín y Cusco] y en ellas de 27
establecimientos (haciendas, comunidades de indígenas y pueblos) con distinto
grado de "modernización". El estudio supone un trabajo complementario
de antropó1ogos y sociólogos en el que se procura integrar técnicas como la de
la observación participante con la de los cuestionarios a fin de lograr
explicaciones estructurales y normativas de las conductas observadas.
(Instituto de Estudios Peruanos, 1968, p. 4)
Un factor que contribuyó a la
elección de esas regiones fue la existencia de una universidad pública en cada
una de ellas. Ello permitió que la reunión de información fuera dirigida por
docentes investigadores residentes en cada zona. Más de 100 estudiantes
colaboraron en la reunión de información (Golte, 2014). Se buscó caracterizar,
entre otras, actitudes como el prejuicio, el fatalismo y la confianza
interpersonal (Matos y Whyte, 1966).
En su informe preliminar, Matos y
Whyte (1966) puntualizan que el proyecto buscó 1) integrar por primera vez en
el país los métodos de investigación de la antropología social, la sociología y
la psicología social; 2) propiciar así el desarrollo de las ciencias sociales;
3) el intercambio entre investigadores locales y extranjeros y 4) potenciar a
las universidades participantes, tanto en la enseñanza como en la investigación
(Matos y Whyte, 1966).
Estrés y cambio
En 1967 se publica un avance de
investigación en formato de artículo (Kellert et al., 1967). Dicho texto
sintetiza un estudio sobre el estrés en pobladores rurales. Se aplicó encuestas
y entrevistas en los valles de Chancay (Lima) y del Mantaro (Junín), en
Arequipa y Cusco. De aldeas con menos de 3 mil habitantes se reunió una muestra
total de 2353 informantes. En todos los casos se extrajo un 10% de cada centro
poblado. Para colectar los síntomas físicos y psicosomáticos (trastornos del
sueño, estomacales, sudores fríos y otros) se confeccionó un instrumento basado
en otros creados en Estados Unidos (Kellert et al., 1967).
Entre los hallazgos informados
está una correspondencia entre la buena salud mental y el estatus de los mejor
ubicados en la escala social. Igualmente, el estrés es más acusado en mujeres y
en varones de mayor edad. De los hombres en general, los solteros o sin pareja
manifestaron menor propensión al nerviosismo. Por su parte, los viudos,
separados y divorciados evidenciaron elevada tensión psicológica. Además, la
menor educación se correspondió con mayor estrés. Lo mismo puede decirse de la
falta de integración en grupos sociales: quienes puntuaron alto en tensión no
pertenecían a ningún club o asociación. Asimismo, los orientados hacia el
futuro mostraron más bajos niveles de estrés. A la inversa, los fatalistas o
sin expectativas positivas resultaron más estresados (Kellert et al., 1967).
Un dato que los investigadores
enfatizan es la generalizada desconfianza de la mayoría de los informantes. Aún
más, la desconfianza no tenía paralelo con ningún problema de salud mental. En
consecuencia, estaría normalizada en la sociedad peruana. De otro lado,
pobladores de la costa percibían mayor envidia que sus pares de la sierra. Y
quienes decían experimentar poca o ninguna envidia arrojaban baja tensión. Por
último, quienes puntuaron bajo en estrés eran también más proclives a los
cambios, al optimismo y a una mayor fe en las instituciones (Kellert et al.,
1967).
Los autores apuntan que:
Por hallarse en proceso de desintegración el mundo tradicional con el
que están familiarizados los aldeanos, se prevé que quiénes de entre ellos
continúen orientados hacia ese mundo, han de sufrir tensiones psicológicas
mucho más agudas que los que abandonen lo tradicional para enfrentarse
resueltamente al mundo en marcha. (Kellert et al., 1967, p. 41)
En otro documento (Whyte y
Williams, 1968) derivado del mismo proyecto, los investigadores reconocen la
complejidad de buscar encausar la conducta de los campesinos hacia el cambio.
Su secular pobreza había fortalecido sus inveterados escepticismo y desmotivación.
En comunidades como las de nuestro estudio, el mantenerse vivo
constituye ya de por sí un reto, por lo que es improbable que los campesinos
busquen desafíos mayores. Por lo tanto, parecería razonable predecir que en las
comunidades campesinas existe poco compromiso con un objetivo dado, a menos que
las probabilidades percibidas [de conseguirlo] sean de un 100%. (…) De
concentrar los agentes del cambio sus comunicaciones con los campesinos a los
altos valores del objetivo por ser logrado, tales esfuerzos solo podrán quizás
persuadirlos de que tienen muy escasas probabilidades de alcanzar dicho
objetivo. (Whyte y Williams, 1968, pp. 46-47).
Por ello, concluyen que la
motivación hacia objetivos de gran calado debía formarse a partir del logro de
actividades con dificultad gradual y con beneficios de valor ascendente y
tangible (Whyte y Williams, 1968).
Dominación y personalidad
En 1969, tras cinco años de
trabajo, apareció el libro Dominación y cambios en el Perú rural: la
micro-región del valle de Chancay (Matos et al., 1969) que buscó interpretar
los hallazgos del segundo proyecto. En uno de sus capítulos el psicólogo
Lawrence Williams (1969) parte sosteniendo que habría una correspondencia o
correlación entre las características de la estructura social y la
configuración de la personalidad de quienes la integran. O sea, el entorno y la
personalidad de las personas corren en paralelo y se retroalimentan.
Williams prosigue clasificando al
medio rural peruano como uno de escasez para la mayoría de sus componentes. Se
trataba de carencias no solo materiales, también emocionales. La escasez nacida
de la dominación de una minoría introduce en los subordinados la convicción de
que todo esfuerzo de cambio es infructuoso y que su misma existencia depende
del capricho de la autoridad, es decir, de quien administra los bienes
limitados. Ello induce a los individuos a buscar pactos o acuerdos con el
poder, pero de modo separado, no en conjunto (Williams, 1969).
Otra característica que Williams
(1969) atribuye a los campesinos del estudio es el pensamiento binario, aquel
que divide a las personas en buenas y malas, amigas o enemigas, confiables o
peligrosas. Agrega que un contexto autoritario alimenta los estereotipos, la
intolerancia, la ansiedad, la subestimación personal y la superstición. Otro
elemento es la falta de expectativa hacia el futuro, dada la imposibilidad de
controlarlo. Ello conduce a prestar atención únicamente al presente, lo que la
literatura especializada denominaba fatalismo.
La ambición de poder es también
mencionada por Williams (1969). Según dice, en contextos autoritarios las
personas buscan subordinarse a quien provee los recursos. De esta manera,
aspiran a recibir cierta delegación de poder y a emular la arbitrariedad al
dispensar los recursos escasos. La responsabilidad y la ética son excluidas de
este proceder.
En el capítulo titulado
Pluralismo, dominación y personalidad el sociólogo Alberti y el antropólogo
Fuenzalida (1969) precisan que los rasgos tradicionalmente atribuidos a los
campesinos como fatalismo, conformismo y otros no serían inherentes a estos; por
el contrario, responderían a las seculares condiciones de opresión y
marginación que han padecido.
Esto confirmaría nuestra expectativa de que a medida que se abran nuevas
alternativas y se presenten oportunidades de participación en decisiones que
afecten a la vida del grupo en sectores importantes, las orientaciones
fatalistas tienden a ser sustituidas por otras de tendencia más activa.
(Alberti y Fuenzalida, 1969, p. 313)
Y esto les permite trazar una
diferencia de actitudes entre campesinos adscritos a haciendas y los
integrantes de comunidades. En concreto, en contextos de dominación prevalecen
relaciones negativas. Lo opuesto ocurre en ambientes participativos. Específicamente,
sobre solidaridad e individualismo sostienen que “el nivel de colaboración en
beneficio público alcanzado por las comunidades es notablemente superior al que
logran las haciendas y las agrupaciones de pequeños propietarios” (Alberti y
Fuenzalida, 1969, p. 315).
Los mismos autores concluyen que
el autoritarismo imperante en las unidades sociales examinadas no es uniforme y
se distribuye en grados correspondientes a disposiciones de personalidad que
van desde el individualismo, predominante en las haciendas, hasta la
participación, más visible en las comunidades (Alberti y Fuenzalida, 1969).
Hacia un balance
Los estudios referidos fueron
posibles gracias al valor que cobraron las ciencias sociales en medio de las
transformaciones que afectaban a la población rural peruana. El interés por lo
psicosocial fue alimentado desde el exterior por investigadores y fundaciones
estadounidenses que buscaron así conocer y moderar el descontento de los
campesinos sudamericanos en una coyuntura signada por reclamos de reforma
agraria, por los ecos de la revolución cubana y por el auge de la izquierda
(Bolton et al., 2010; Sandoval, 2024).
En cuanto a las muestras de
población campesina, salvo algunos estudios de psiquiatría social (Caravedo et
al., 1963; Seguín, 1962), no había antecedentes de entrevistas y encuestas
aplicadas a grandes grupos (Lazo y Zanolo, 1996; Whyte y Williams, 1968). Cabe
decir lo mismo de los temas analizados: hasta antes de los estudios en Chancay
y las otras localidades, las actitudes, los rasgos individuales y la tensión
psicológica fueron abordados principalmente por psiquiatras.
De lo anterior se desprende el
principal mérito de las investigaciones analizadas. La demostración empírica de
una serie de características psicológicas y sus correlaciones dignas de
atención por aquel entonces: prejuicios, envidia, fatalismo, desmotivación,
egoísmo y síntomas orgánicos. Al haber examinado a muestras geográficamente
separadas, las constancias en los hallazgos fueron atribuidas a determinantes
inherentes y transversales de la estructura social peruana.
Las dificultades de la psicología social
peruana
Es tiempo de intentar responder
algunas preguntas que emergen del conjunto de investigaciones recién resumidas.
¿Cómo se explica que tales trabajos no hayan impulsado otros entre psicólogos
peruanos? ¿Qué impidió que estos profundizaran en los temas explorados por los
profesores de Cornell? ¿Por qué no hay evidencia de estudios similares
efectuados por psicólogos de la Universidad de San Marcos en los años 60?
En dos valoraciones de la
psicología social peruana, con 30 años de distancia, León (1986) y Alarcón
(2017) coinciden en que las limitadas investigaciones en este ámbito se
deberían al poco interés y a la falta de formación especializada de los
psicólogos de su país. León (1986) agrega, asimismo, que las exigencias
planteadas por todo estudio social experimental también han complicado su
realización. De otra parte, las indagaciones y la reflexión en torno al
pensamiento y la conducta sociales en el Perú han sido ganadas por la
sociología y la antropología (Henriquez y Cánepa, 2023).
Además, debe recordarse que hasta
los años 80 inclusive los psiquiatras eran presencia dominante como
catedráticos en las facultades de psicología. Este predominio habría sesgado la
formación e intereses de los jóvenes psicólogos (Alarcón, 2017; Ponce, 2020).
En concreto, se privilegió lo clínico, lo psicopatológico y lo educativo,
desatendiéndose ámbitos como el social (Alarcón, 2017). Asimismo, la primacía
del psicoanálisis clínico en la carrera de psicología habría contribuido
también a soslayar los estudios sociales. Esto cambió recién a comienzos de los
años 70, al adoptarse planes de estudio que favorecían el enfoque objetivo
(Alarcón, 2017). En consecuencia, habría
imperado una inclinación de la psicología peruana hacia lo especulativo. Es
decir, hasta antes de esa fecha fue una psicología tendiente hacia lo
discursivo, intuitivo y subjetivo y, por ello, poco dada a la búsqueda y
presentación formal de resultados de investigación empírica compleja (León,
1986; Lerner, 1991).
Debe sumarse otro elemento que
afectó la formación en ciencias sociales en el Perú entre los años 60 y los 80.
La mayoritaria y dogmática acogida del marxismo en las universidades perjudicó
el desarrollo de estas disciplinas (Orbegoso, 2022). Así, los modelos teóricos
y la bibliografía estadounidenses eran vistos con desconfianza y hasta
satanizados por contener un discurso calificado de burgués y proimperialista.
Un testimonio revela que, a mediados de los 60, docentes y estudiantes maoístas
destruyeron información recogida en trabajos de campo que se hallaba en la
Universidad de San Marcos (Golte, 2014).
Adicionalmente, en la medida en
que la psicología social peruana, como la latinoamericana, buscó alejarse de
modelos extranjeros, paralelamente se vinculó con los sectores populares como
parte de su identificación con el pensamiento de izquierda y con un anhelado
cambio social (Quiroz, 2011). De ahí que el campo que tradicionalmente ha
sustituido las investigaciones en psicología social haya sido la psicología
comunitaria.
En efecto, la sociedad peruana
arrastraba, en los 70, problemas agobiantes para amplios sectores de su
población. Las principales ciudades padecieron un crecimiento explosivo visible
en extensas zonas periféricas habitadas por migrados del campo y que pugnaban
por empleo, vivienda y servicios indispensables. El gobierno militar de ese
tiempo promovió el reconocimiento legal de dichos asentamientos. Por ello,
durante el quinquenio 1970-1975 se orientó a un sector de los psicólogos
profesionales y en formación hacia el trabajo comunitario. Se esperaba una
psicología interesada en “las variables que condicionan el comportamiento del
hombre peruano tales como: la subalimentación, economía de la pobreza,
exclusión cultural, promiscuidad, desniveles socio económicos, entre otros
factores” (Ponce, 2020, p. 70).
En conclusión, la investigación
empírica en psicología social no despegó en los años 60, pese a sus
estimulantes inicios aquí descritos, debido al predominio del psicoanálisis,
por falta de especialistas y por un extendido radicalismo en la universidad peruana.
A pesar de su repunte en los 70 (Alarcón, 2017), fue tradicionalmente superada
por la psicología comunitaria, la misma que se vio reforzada por los resultados
más inmediatos y tangibles de su trabajo con grupos desfavorecidos (Montero,
2013), lo que representó una evidente ventaja frente a los requerimientos de la
investigación en psicología social propiamente dicha.
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